Adiós Sevilla.

El día a día tiende a convertirse en monotonía. A veces, acostumbrarse a las cosas hace que pierdan importancia o reconocimiento: las infravaloramos.

Como salir con una amiga muy atractiva y darte cuenta que la gente, asombrada, se para en medio de la calle para mirarla.

O dejar de apreciar la belleza de un edificio majestuoso simplemente porque queda cerca…

 

Ayer hice una visita guiada por las cubiertas de nuestra catedral. Fue mi primera vez.

Subí escaleras infinitas para llegar hasta arriba.

Los árboles parecían de juguete y las personas apenas se veían.

El viento me conducía suavemente hacia los mejores balcones.

Las gárgolas vigilaban las calles bajo mis pies y casi podía rozar la giralda con la punta de los dedos.

 

Y es que, tanta altura aporta perspectiva. Incita el pensamiento. La reflexión.

Me di cuenta que llevo tratando con desprecio mi ciudad natal desde siempre cuando la realidad es que, contiene retazos preciosos de mi vida aquí.

Mis amigos, perros, tiendas favoritas, familia…

 

Se me han abierto los ojos ahora que ha surgido un cambio de aires.