Apocalipsis.

Yo no iba a hablar del Coronavirus por aquí, de tan harta que estoy de él pero hoy hago una excepción, por ser el primer día de la cuarentena oficial. 

Todos llevamos esta última semana expectantes, la mayoría deseando que cancelaran las clases, los exámenes, las responsabilidades…

Creando historias que al principio parecían demasiado irreales, sobre lo que podría pasar en el futuro. 

Burlándonos de la gente que dramatizaba, vaciando supermercados, tapándose la cara con mascarillas, empapando sus manos de desinfectante... ¿Y ahora qué? El cuento se ha hecho realidad, una anécdota de película que contarles a nuestros hijos y nietos.

 

No voy a decir nada sobre el virus que no sepáis ya. Paso de estadísticas y “últimas noticias”. Con las redes sociales y el telediario ya tenemos suficiente. Yo venía a desahogarme porque me sentía inspirada, una vez más, por mi profesora de filosofía. 

Su asignatura era la última del día, antes de confinarnos en casa. Yo aún intentaba asimilar que esto estuviese ocurriendo de verdad, hacerme a la idea de no poder quedar, de verme privada de contacto, abrazos, besos, caricias. 

Mis planes frustrados y más al enterarme que las clases continuarían a través de la  pantalla, en el mundo virtual. 

Lo acepté tranquilamente para las demás asignaturas pero no fui capaz de hacerlo para filosofía. Me di cuenta al despedirme de mi profesora, cuando le di las gracias por hacernos reflexionar, desconectar de las presiones académicas, contagiando felicidad con sus luminosas y gigantescas sonrisas, siempre preocupada por nuestro bienestar. 

Ella me contestó al rato (hablábamos por whatsapp) y mis lágrimas volvieron a caer con sus palabras: su opinión de mí, sus ganas recíprocas de darnos filosofía. 

Nunca me habían hecho sentir así de valorada como alumna. Hacía mucho que no tenía un profesor tan cercano, que se expresara libremente y pusiese su plena atención en escuchar nuestras “ralladas”, en animarnos a pensar. 

 

Ante la incertidumbre de la evolución del virus, echaré de menos cada segundo de sus valiosas enseñanzas. Espero volver pronto a nuestra rutina y que nada cambie.