La carta que no te llega:

Tenía un secreto que ansiaba por contarte.

Decidí guardarlo hasta que llegara “el momento”, en un futuro que parecía muy lejano.

O esperar a olvidarme.

 

Pasaban los días y las personas por mi vida pero esta mancha de mora no se borra ni con lejía.

Me dolía el pecho como si me hubieran abierto un agujero. Escuece cuando lo pienso.

 

No podía tenerte y eso me enseñó a ser paciente. 

A disfrutar de los kilómetros que nos separaban. 

Podía ocultarme tras una pantalla y desviar la mirada durante nuestras videollamadas.

 

Entonces, surgió una bonita casualidad en la que ambas nos vimos solteras.

Dejé pasar algo más de tiempo (para que sanaran las heridas).

Reuní coraje para confesar que… Te quiero y de repente, tú te adelantas, regalándome mis propias palabras.

Cómplices de sentimientos reprimidos.

 

Ahora muero por verte, besarte, enredar mis dedos en tu pelo y abrazarte.

Hacerte realidad.

 

Amor;

Has abatido la serenidad que tanto me había costado reunir.

Te has cargado mis defensas y concedido la libertad a mil ilusiones. 

Desafías el sentido común, pisoteas la voz de la razón.

Me haces feliz. 

Maldita tu dulzura, que no consigo pensar en otra cosa.