La otra.

He aprendido que todas las buenas decisiones no parten de un comienzo sencillo.

Durante el tiempo que pasa desde su formación hasta realizarse, la felicidad probablemente parezca escasa. Inalcanzable.

 

Ayer empecé el bachillerato internacional de Artes porque así (muy concienzudamente) lo decidí. Mi futuro pendía de los hilos tras las casillas que yo tachaba en el librito de optativas.

Nunca se me hubiera ocurrido disfrutar de las jornadas intensas, cuadernos  insuperablemente pesados y mil proyectos que desarrollar.

Pero sucedió; me gustan mis asignaturas, los profesores parecen apasionados y echaba de menos el bulto familiar de la mochila sobre mi espalda.

 

Aunque lo mejor de haberme encontrado es pensar que ha sido gracias a mí. He llegado lejos y (de momento) creo que no habría hecho nada diferente.

Me estoy demostrando que puedo ser responsable, que los cambios no tienen por qué asustarme.

Solía ser descuidada con mis horas de sueño, cruel con mi cuerpo, tímida, pequeña, insegura y ahora quiero contradecirme y ser otra persona.

Tengo ganas de superar estos obstáculos, aprender y quizás, darme un poco a conocer.