Lo efímero.

La mañana comienza bien.

Debería estar en clase desde hace horas pero una tormenta de nieve lo impide.

Así que, amanezco tranquila y muy descansada.

Tengo ganas de comer el desayuno mientras enumero las numerosas oportunidades que me ofrece el día.

Entonces, llaman al teléfono inesperadamente.

Mis instintos reaccionan; son malas noticias.

 

No me da tiempo de probar el café.

Corro a desplomarme sobre la cama. La almohada ya absorbe mis lágrimas.

Vienen los buenos recuerdos a arroparme, en oleadas dolorosas.

Ya no siento hambre. No puedo pensar con lucidez.

La rutina se estanca. Me sofoca la pena.

Son éstas las palabras con las que me atragantaba. La importencia.

Maldita suerte.

 

 

Descansa en paz perrito mío.