Vive y lucha.

He celebrado el fin de curso yendo a la manifestación por el Orgullo gay.

 

Ha sido la primera vez en la que olvido mi agobio por las muchedumbres furiosas porque ésta, era colorida, derrochaba pasión y se mantenía unida. Los protestantes sonreíamos y disfrutábamos reivindicando, formando un grupo cercano a los oyentes.

 

Nos envolvíamos en banderas y agitábamos pancartas hechas a mano; con empeño y cariño.

Gritábamos sin necesidad de muchos megáfonos porque queremos proyectar el mensaje lejos.

La ilusión por vernos triunfar ejercía sobre mí, una seguridad reconfortante.

 

Además, la preciosa diversidad me inspiraba.

Quería fotografiar todo cuanto me rodeaba y me habría sentado en el suelo a dibujar, si tan sólo hubiese llevado mi cuaderno.

Al acabar, nos esperaba una fiesta para recompensar el caluroso recorrido (¡y desmelenarse!)

Mis amigos y yo bailamos y saltamos alrededor del escenario.

Me pintaron los muslos de arcoiris con acrílicas.

Repetimos los cánticos de antes.

 

Y a pesar de tanta diversión, conseguí sentirme realizada por la causa.