Amantes y amados.

Mis días favoritos son aquellos en los que mis pies se entumecen, la nariz se me torna roja por el frío, me refugio en mi sudadera e inhalo el delicioso olor a castaña asada.

 

En mi lista también incluyo lo maravillosamente inesperado, como hacer amigos en la entrada de una tienda mientras te despides de tu grupo habitual.

 

Siempre se ha dicho que el odio por el rebaño une a los demás incomprendidos. Esta vez fue el simple gesto de un grupo coreano conocido (cosas de frikis).

 

Que desaten las fieras, va a comenzar una discusión animada sobre canciones e ídolos.

 

Y no me equivocaba; estuvimos charlando con la simpática pareja de chicas durante dos horas. Teníamos tanto en común y además, ponían mucho de su parte para hacer agradable el rato.

 

Llegando a casa en metro, reflexioné sobre lo interesante que había resultado ser mi tarde.

Pero me tuve que girar en mi asiento, estúpida observadora de mí y la vi; a mi amiga del alma e infancia, sin aún cumplir los quince, preparada para una botellona. Oh no, ahí se esfuma mi alegría.

 

Cuánto echo de menos tu anterior ser. Aunque quizás debería callar estos pensamientos: no soy quién para reproches, yo también he cambiado drásticamente.

 

Mi madre, al notar mi tristeza, me contó que un filósofo una vez dijo que: en esta vida hay amantes y amados. Los amantes son personas apasionadas y por lo tanto, angustiadas. Se entregan demasiado. Los amados sin embargo, no comparten esa conexión: se hacen de rogar y apenas sufren.

 

Irene mi vida, tú eres amante. Deberías controlarlo porque estas experiencias no terminan con tu corta edad, te queda muchísimo por descubrir.

 

Busco estabilidad con mis amistades, no quiero más disgustos, ni amigas bebidas, ni separaciones, por favor.

 

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