Avances.

El sábado dos de mayo, la vida de los andaluces dio un giro significativo, de 360 grados. 

Nos anunciaron que podríamos salir a pasear una hora, a hacer ejercicio, en compañía de un miembro de la familia (si no queríamos estar solos) y pasear a los perros varias veces al día.

Yo sacaba al mío casi todas las tardes pero lo hacía con prisas, temiendo toparme con un coche de policía (ocurría a menudo) y que bajaran la ventanilla para echarme la bronca por las mil cosas que estaba haciendo mal, a pesar de que me esforzaba por ser responsable y cumplir con las interminables medidas de seguridad.

No hemos “pasado” de fase pero nos sentimos igual de esperanzados, imaginando que la cuarentena está a punto de acabar. 

El ambiente ha cambiado tanto que vuelve a ser irreconocible... 

 

El parque “viejo”, el núcleo de mi urbanización, solía estar olvidado; otro recuerdo de una infancia lejana. Ahora, lo rodean niños en sus bicicletas, lo atraviesan perros sin correas, los adultos se sientan en bancos (separados), para discutir las últimas novedades y los adolescentes juegan al fútbol en las porterías oxidadas. 

Los hierbajos lo habían invadido todo y te arañaban las piernas si los rozabas sin querer pero alguien se está encargando de que no crezcan hasta descontrolarse.

 

Como tengo más libertad y tiempo desde que cruzo el umbral de mi puerta, me dedico a explorar calles que antes tenía prohibidas. Salgo por el puro placer de estirar las piernas, aprovecho mi hora de exterior al máximo. 

Al tener los mismos horarios, me encuentro con personas que no había visto nunca porque en otras circunstancias, nadie coincidía. No estábamos desesperados por hacer footing, repintar el buzón o podar los árboles. 

Nos saludamos cordialmente, incluso siendo desconocidos. 

 

Un hombre besa a su pareja en medio de una carretera porque dice que se siente bien. Bailan al ritmo de algo que ella tararea. Están eufóricos, imparables. 

El resto de los vecinos suben sus persianas, toman el sol en el jardín y hacen barbacoas. Hay ruido, música, felicidad murmurada en palabras de agradecimiento. Poco a poco, vamos dejando atrás el miedo. Despertamos de la realidad de pesadilla que nos arrebató la normalidad. 

 

Estoy deseando la llegada de las próximas fases, para vernos evolucionar. Con suerte, será más pronto que tarde.