Cambiados; crecidos.

El ser humano se desarrolla lentamente, a un ritmo cansino, imperceptible en nosotros mismos.

Por eso, quienes notan mejor estos cambios, son las personas que ya no forman parte de tu día a día.

 

Hace poco me reuní con unos antiguos amigos que conocí unos veranos atrás, jugando al fútbol. Llevaba meses sin verlos y me sentó bien aunque estaban muy diferentes. Hice comparaciones con quedadas previas, busqué esas diferencias en sus estilos de ropa, sus cortes de pelo, sus facciones (ahora más maduras), los tonos de voz…

 

Sí, casi me cuesta reconocerles.

 

A menudo miro hacia en frente, al espejo, buscando pequeñas modificaciones que no estuvieran allí antes pero veo lo mismo de siempre.

Estoy acostumbrada a mí. Estancada en el tiempo. Incambiante.

 

 

Dependía un poco de las reacciones de mis amigos para romper con mi imagen.

Ellos no dieron muchas señales de notar algo nuevo.

 

O simplemente, no les importa.