Condenados estribillos.

Llega la navidad con sabor a mazapán, de turrón, de mieles y de paaaan…

 

Es el estribillo de un villancico que nos hacían cantar repetidamente en mi anterior colegio. Me parecía horrible: la letra, el baile que lo acompañaba y el brusco cambio de poner a una solista para acallar las demás desafinadas voces. 

Vamos a celebrar, la familia en el hogaaar...

Se llamaba Isabel y aunque era mi amiga, no me alegré por ella. El villancico no caía muy bien pero me parecía injusto delegarle el papel a una chica que llevaba toda su vida cantando. Había otros con voces prodigiosas que pasaron desapercibidos. Pensé en protestar pero me ofuscaba la envidia y lo dejé pasar.

Nuestra Nochebuena una vez máaaaaas...

Creo que revivo este recuerdo en particular porque a día de hoy, yo estaría dispuesta a cantar cualquier villancico.. : anoche fue Navidad y no se oyó ninguno porque mi familia no estaba de humor. Vine preparada y esperanzada, el gorro de lentejuelas descansaba en el profundo interior de mi mochila, esperando un protagonismo que no llegó.

Con nueces, peladillas y un poquito de champáaaaan..

Quiero sentarme durante toda una tarde a ensayar mi voz y dar palmadas porque sé que si no lo hago, se me podría olvidar todo. Sería una tragedia, si me sucede con la llegada del año en que volvamos a ser tradicionales. 

Pero la improbabilidad de que eso ocurra es mayor que los ánimos de 2017. Rezaré por el milagro al sonar las últimas campanadas.

Cantando una canción que diga con mucha humildaaad…

Que todos nuestros niños pidan a la humanidad,

Que reiiiiine

La paaaaaaz.

 

Y que tus fiestas sean muy felices.

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