De grillos a rayos y viceversa.

Ayer hizo un tiempo espléndido!!! A eso de las 8 y media de la tarde miré por la ventana  y pensé; Wow que rápido se ha nublado el día. Mi madre estaba a mi lado y le dije: "Mira mamá, cómo ha oscurecido. Los días se hacen más cortos." A lo que ella contestó; "Pues sí, será eso." Pero nos equivocamos las dos porque realmente, se avecinaba una fuerte tormenta. Salí afuera para sentirla mejor y tronaban los rayos. Uno tras otro, sin fin. Total que recorrí el césped (con cuidado, no vaya a ser que se lo destroce a mi padre que tanto empeño le pone) y muy alocadamente. Desde la cocina mi madre se temía lo peor; "IRENE! ADENTRO QUE TE CAE UN RAYO." Bueno, una experiencia más sobre la que hablar, no? Me dediqué a contar los rayos, cosa que a mi amiga Ale no le pareció muy normal. Mientras que me caían goterones gordos en la pantalla del móvil (después me quejo de que no funciona bien). Cuando la violenta escena se calmó y el cielo se volvió a despejar, salí afuera con mi padre a tirar el reciclaje. "Vaya la que ha caído eh papá?" "Hija, son las tormentas de verano." Esas que te dejan huella cuando miras atrás en los días soleados. De vuelta a casa, me envolvía el dulce olor de la humedad. Tan puro y fresco que me quise quedar fuera. Así que fui a por mi libro y me senté en la tumbona en compañía de Willow, mi perro. A los pocos minutos solté el libro porque me di cuenta que seguían los rayos. Esta vez cautelosos y silenciosos. Fueron un total de 33 rayos. O 26, o 32. No sé, la verdad es que perdí la cuenta. Agucé el oído para identificar los sonidos que no se perciben a menos que se busquen. Y escuché al reconfortante murmullo de los grillos hablando entre sí. Y me fui a la cama pensando en que había sido un día extraño y único.