Dos instantes de acordeón.
Llevo ya casi un mes recorriendo la misma ruta para ir al colegio. Siguen pasando los días y todavía no me aprendo el camino. Es que estoy más pendiente de lo que se percibe y de las cosas que me podía estar perdiendo por concentrarme. Antes de ayer perdimos el autobús por mi culpa. Lo siento Juan. Y a la vuelta llegamos a las 7 de la tarde porque (aparte de que nos cogió un buen atasco por lo de la carrera) me paré a acariciar cada caballo que veía. Vi un precioso gato que tenía cara de gruñón; tuve que hacerle una foto claramente. Nos chocamos contra una valla en el autobús. Me encontré con una querídisima amiga mía en la boca del metro. Vi un niño pequeño italiano admirando la Giralda; "mamá pero mira qué alta es! hazme una foto!" Tuve que sonreír porque la alegría que tenía era contagiosa. Pasé al lado de una tienda de la que se escuchaban canciones de Amy Winehouse. Le grité a la dependienta: TIENE MUY BUEN GUSTO DE MÚSICA. SIGA ASÍ, BUEN DÍA!!!!! Lo que menos me gustó fue ver como un señor le limpiaba las botas al otro. Me pareció que esa desigualdad tendría que estar bien olvidada. Y de lo que más me percaté fueron los sonidos. Había un hombre que cantaba soul. Y otra mujer que tocaba un acordeón. Fue poco el tiempo que pude dedicarle a escuchar su música pero... wow! Qué melancólico! Qué bonito era! Le sonreí para darle a entender que me gustaba lo que tocaba. Ella me la devolvió. And that's what made my day! (eso fue lo que me arregló el día.) Este viernes resultó sesr una aventura! No sé si es porque llegó el fin de semana pero.... Es una pena que haya tanto por ver. Y basta con que vayamos con un poco de prisa para ignorarlo.