El gato y la noche.
Anoche, mis habilidades de observadora no funcionaban como de costumbre porque había tenido un día larguísimo de feria y hacía horas que tenía la vista cansada.
Pero pude presenciar (en el tramo final del camino a casa), un evento que no deja de fascinarme: como un gato saltaba un muro cuatro veces su tamaño.
No vaciló. No creo que se parara siquiera a pensar en la posibilidad de estrellarse y hacerse daño. Alzó la cabeza, pareció asentir (confirmando algún pensamiento privado), estiró las patas y… No lo volví a ver. En un abrir y cerrar de ojos, ya había desaparecido.
A menudo desearía ser un gato de admirable arrogancia, agilidad, envidiable confianza en mí misma, elegancia y curiosa inteligencia.
Quisiera que mi pelaje fuese negro, para mezclarme con las sombras y huir de la cansina superstición. Pasar de la mala suerte.
Creo que estoy desvariando, mejor me voy a dormir.