Figurines de cristal.
Alguna vez has creído que alguien invade tu intimidad cuando te piden que le enseñes un dibujo, una redacción… O que compartas tus pensamientos con ellos? A mí me ocurre al menos una vez cada dos semanas. Yo siento como si me arrancaran con violencia la bata de encima en un día de mucho frío. Mis inseguridades están desnudas ante la voraz curiosidad de la otra persona. Casi noto los pequeños calambres que hacen saltar sus ojos. Me imaginé a un hombre con un martillo, destrozando una magnífica cristalera. Esperé que no hubiera nadie capaz de hacer eso porque lo lamentaría bastante. Bueno, se me ocurre porque el cristal es laborioso y difícil de entender. Pero aún así, tan bello…. Y frágil. Siempre admiré las figuras de cristal, de lejos claro. No me atrevo a tocarlas. La figurita y yo somos parecidas!! (En que nos rompemos, no en otra cosa) Pues para remediarlo, le dije a mi prima (mi tarde fue bien empleada) que jugaríamos a ser leonas. En gran parte para entretenerla a ella, pero también para ayudarme a mí. Porque la verdad es que hoy me vi especialmente insegura. Media hora antes, estuvimos paseando por los mercadillos navideños de la Plaza Nueva aquí en Sevilla y, sin quererlo, me encontré delante de un espejo. Muchas veces pienso que lo más valiente que he hecho en mi vida ha sido enfrentarme a mí misma. Pero esta vez necesité un poco de ayuda. Así que me al llegar a casa de mi abuela me tumbé en el suelo y me puse a cuatro patas. Me erguí, con la cabeza muy alta. Dejé que el pelo se me revolviera, Y entonces, empecé a caminar. Grandes pasos, sumamente elegante. Como sólo los felinos saben hacer. Vaya si me sentí bien. Me recordé que las leonas tienen otras preocupaciones más importantes. Por ejemplo… Dónde están sus cachorros? Fui a buscar a mi prima, que ya se había escurrido a la habitación de al lado.