Inerte pero latiendo.
Seguro que todos hemos tenido que hacer algo que preferiríamos no haber hecho. Algo que voluntariamente, no haríamos nunca. Pues el jueves me tocó diseccionar un corazón de cerdo (de momento es de lo más desagradable que he hecho). No estuve sola, todos mis compañeros se vieron en la misma situación, aunque algunos lo disfrutaron. Le rogué y supliqué a mi profesora que me dejara hacer otra cosa.
Fue imposible.
Total, que tomé el bisturí y mucho aire (lo que me permitía la mascarilla) y al lío. Después de haberme tranquilizado con frases como;
-tranquila, no lo mataron para esto.
-ya está muerto, que no sea en vano.
-puedes aprender mucho.
- contrólate, es imposible encontrar un corazón humano, por eso os ponen el de cerdo. (no os asustéis ehh, estaba contemplando todas mis opciones)
Intenté ponerle toda la atención posible. Sentí la piel viscosa bajo mis guantes, recorrí el camino que seguían las venitas, pellizqué las arterias.. Y aproveché la ocasión para convertir la experiencia en un artículo. Me di cuenta que el corazón no era tan complejo como te lo enseñan en clase. Tardamos sólo 3 minutos en verlo entero. La verdad es que esto me asombró bastante. Cuando ya llegó la hora de dejarlo a un lado porque el olor nos estaba nublando la nariz, lo sostuve entre mis manos para intentar recomponer sus piezas. Le di un apretón y mucho ánimo y casi pude sentir como había latido dentro del animal. Tan muerto.. y sin embargo tiene tanta fuerza.
Espero no tener que hacerlo otra vez.