La estabilidad no existe.

Como ya he mencionado en muchos de mis artículos anteriores; nada es para siempre. A pesar de que hay tanto que anhelamos perdurar, todavía no se ha conseguido. A veces, afrontar un cambio puede resultar terrorífico. Nos saldrá mejor, o peor de lo que esperábamos. De vez en cuando un cambio se agradece. La monotonía no es buena compañía. Pero... Y qué pasa mientras estamos evolucionando? Nosotros somos conscientes de lo que está sucediendo. También empieza a doler la cabeza y damos vueltas y vueltas. Estamos confusos, no sabemos cuándo acabará esto. Pues yo solía llevarme la mano al corazón, contar sus fuertes latidos. Bum, bubum, bum.!!! Mis padres me contaron que la enfermera que les prestó ayuda durante mi nacimiento, dijo que yo de mayor iba a ser atleta. Porque el corazón me latía monstruosamente fuerte. Igual esa es la razón por la que tanto me gustaba medir mi pulso. Ahí estaba yo, afrontando una situación complicada y mis pulsaciones guiándome. Me sentía segura y valiente. Tenía mi aliado conmigo, además sabía que no podría dejarme nunca. Bueno, hasta el día que le toque descansar. Pero ese día yo estaré descansando con él. El caso, que mi corazón y yo somos mejores amigos. Hasta que se me ocurrió pensar si verdaderamente era fiable. No lo es, ni siquiera hay estabilidad en nuestros latidos; se aceleran en ocasiones, en otras son tan suaves que ni se perciben. Se agota, trabaja duro... Mas es un mentiroso.

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Feliz martes.