La guerra.
¿Pero qué está siendo de la humanidad?
Por favor, que mi corazón no puede más.
Yo solo quería vivir en paz y tranquilidad.
Todas las esperanzas que teníamos porque el año nuevo trajese una realidad mejor… y miradnos, qué tremenda decepción.
Ahora mismo solo hay desesperación e incertidumbre.
Terror, lágrimas y sudor.
Por culpa de la manipuladora mano de un hombre que desgraciadamente, se cree superior.
Su cara no deja entrever emoción alguna, ¿será que no las tiene siquiera?
Porque parece que sobre su conciencia no pesa ni una sola muerte.
¿Qué es lo que quiere y qué precio estaría dispuesto a hacernos pagar por ello?
Sus delirios de grandeza me parecen aplastantes, insensatos e irracionales.
¿Dónde quedó la supuesta modernidad del siglo XXI de la que nos gusta presumir hasta la saciedad?
¿No se suponía que en este mundo todos somos (éramos) iguales? ¿Cómo pretenden justificar la pérdida de miles y millones de personas, entonces?
¿Y si mañana soy yo la que no despierta? No tendría ni la más mínima oportunidad de despedirme de mis seres queridos, mis sueños, mi futuro.
No hay últimas voluntades, otra pérdida en lo que concierne a los derechos humanos básicos y fundamentales.
El dolor que estarán sintiendo aquellas personas a las que tanto se les ha arrebatado, debe ser indecible.
Y yo odio esta sensación de tensión constante.
Me apetece fundirme con la tierra, que ella me haga desaparecer de la superficie hasta que pase el sufrimiento.
Yo sé que en su interior me entiende, que también tiembla y se estremece, que llora por los hijos e hijas a los que no verá crecer porque es demasiado tarde.
Ya no hay vuelta atrás, no hay máquina del tiempo con la que poder arreglar el desastre, tal es el calibre.
Estamos fracasando, vamos a necesitar un auténtico milagro.