Mi estación favorita.

Anoche estaba sentada en el coche (en el asiento delantero) mirando por la ventana, como es habitual. Aún no me creía que el otoño hubiera comenzado, después de haberlo anhelado todo el año. Chispeaba un poco y vi caerse la primera hoja desde que enprendo el regreso a casa. Era pequeña, amarilla y algo insistente (no dejaba de chocarse contra el cristal).

 

Lo siento amiga,” le dije, “no podrás atravesarlo”y me pareció que, por un corto instante, cesó su lucha. Se instaló cómodamente en el parabrisas. Acabó su demanda por atención.

 

El otoño para mí es eso.. Un grito angustiado por la repentina llegada de una estación más.

 

En realidad, no hay que descontrolarse por esta situación inestable: el cambio es maravilloso. El otoño nos regala sus hojas para aprender, como hacen ellas, a instalarnos.

 

Cuando me bajé del coche la vi, a la hoja amarilla. Arrugada y cansada tras haber cumplido su propósito, ayudarme a escribir un merecido artículo de bienvenida.

 

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