La ilusión de un niño es contagiosa.
Tengo una amiga que dibuja de maravilla. (Ha decir verdad, todas mis amigas tienen una capacidad increíble, pero hablo de una en concreto. Está en bachillerato) Es imposible pasar junto a ella y no percatarse de aquello en lo que trabaja. Se coloca los cascos y se pierde en su mundo. Conozco ese poder de simplemente, desconectar y olvidarlo todo para hacer lo que verdaderamente te gusta. Bueno, pues me he sentado con ella miles de veces. Mirándola, con la esperanza poder aplicarme algo. Y veo cómo reaccionan padres, niños y profesores a sus dibujos. Debo decir que es admirable la ilusión que desprenden los niños. Muchos la felicitan, pero no ven más que un dibujo. Otros piensan en la trayectoria y el trabajo de lo que ven. Pero los niños... Sólo desean ser como ella. La idolatran, la tienen subida en un pedestal. Le cogen la carpeta y le ordenan los dibujos. Gritan de emoción, les hacen encargos. Cuando mi amiga les dijo que les podría dar clase, corrieron a tirar de la manga a sus padres. Les intentaban hacer ver lo mucho que les importaba. Los padres asentían, hacían preguntas y dudaban. Podían excusarse mil veces, esos niños no iban a abandonar la idea de convertirse en un artista. Yo contemplaba todo con curiosidad a través de mis gafas. No tenía ni idea que mi amiga tuviera tanto tiempo. Intercambiamos una mirada de preocupación; creo que ella tampoco estaría muy segura. Los niños debieron convencerla. No es maravilloso? Vivir con tantas ganas, es casi como un catarro: contagioso. Así que yo os digo, conectad con vuestro niño interior: dejad que florezca. Y SED FELICES.
Esta alegría la veo todos los días en mi prima pequeña. La llevabamos hoy en nuestro coche y chillaba cada vez que veía las luces. Incluso estando apagadas. Yo ya he conectado con mi niña interior, pude entender por qué le gustaban tanto. Y vosotros, os emocionan las bonitas calles?