Mi pequeña aprendiz.
Un día (varios años atrás), yo bajaba las escaleras al patio donde solemos ponernos a desayunar y de casualidad, cruzamos miradas y nos sonreímos (tienes una sonrisa preciosa, por cierto): sin tener idea de quiénes éramos, de nuestros nombres o aficiones. Nuestros grupos de amigos se entremezclaban pero tú te limitabas a escuchar desde una esquina. ¿Por qué no participabas como lo hacían todos?
Mi propia timidez me impedía ocupar la silla junto a ti y preguntarte.
Pasan los meses y consigo aprenderme tu nombre (aquí te llamaré MW) y sabía lo básico de ti por tus amigas, que explicaron que eras muy callada al presentarnos. Solían hablar por ti, cuando eres capaz de hacerlo tú misma.
Entonces me fui a Newton y aunque “sólo” fueran siete meses, sentí que se me había pasado la oportunidad de conocerte porque éramos prácticamente desconocidas: lo lógico hubiera sido que nos olvidásemos mutuamente.
A mi vuelta quizás faltaría el tiempo porque me tocaría enterrar la cabeza bajo los estudios para poder volver a irme del colegio, a la universidad…
Perdí el contacto con muchos amigos queridos, que no encontraban el momento para hacer videollamadas conmigo o contestarme a los mensajes y contigo ocurrió lo contrario. Comenzamos nuestra amistad a través de las insta stories y conversaciones de tu madrugada que yo podía seguir hasta tarde por la diferencia horaria. Fuimos intercambiando datos pequeñísimos, insignificantes sobre nosotras y escalamos a contarnos preocupaciones o inseguridades, a empezar a confiar.
Nos prometimos que una vez volviese a España, haríamos el esfuerzo de hablar en persona, sin las ventajas tras la pantalla. Me enorgullece decir que la estamos cumpliendo. Aunque sigas siendo un gran misterio, hemos creado una historia de película.
He andado con cuidado contigo siempre, por miedo a asustarte o intimidarte. Intento corresponderte de la mejor manera que sé. Espero que puedas perdonar mis errores y sus consecuencias. A veces desearía que las cosas hubiesen sido diferentes pero no me arrepiento de nada, nunca. Igual es por ellos que somos así de afines, aún teniendo personalidades tan contradictorias: una colorida, en ocasiones demasiado atrevida y la otra reservada, deseando pasar desapercibida.
Gracias por no salir corriendo, por abrirte a mí, por intentar aprender lo mejor que puedo ofrecerte para que no tropieces con las mismas piedras y por querer emprender el camino correcto, a pesar de las dificultades.
Recuerda que mi apoyo es incondicional y procuro estar presente, cerca (sé que a veces no lo parezco) para tenderte una mano, abrazarte y disipar tu tristeza.
Me siento increíblemente afortunada de ser tu amiga, espero que te hayas dado cuenta.
Te quiero MW.