Mudanzas y recuerdos.

“Necesito una casa más grande. En mi cocina no cabe nada. Cuando me toque la lotería verás.”

Ay mamá! Deja el tema ya, no? No ves que yo no quiero pensar en otra casa que no sea la mía?

Sabéis… Últimamente se oyen mucho estas quejas de ampliar, con deseo, un confort que todavía no podemos permitir. Es lo normal; llega el calor y estamos forzados a salir menos, así que mi madre decide ocupar su tiempo, fijándose en las grietas, en el poco espacio, en el  creciente desorden, En vez de apasionarse con la lectura, pintura.. Pero esto no es una crítica hacia ti, mamá. Es una reflexión que hago cada vez que hablas de mudarnos. Qué pasará con mi casa? A dónde irán nuestros momentos; me siguen o se ocultan bajo los de la próxima familia? Es duro para mí hacerme a la idea de empaquetar nuestras pertenencias y moverlas fuera de su sitio. Siento que les hago daño. Y aunque sé que la nueva casa será más espaciosa y luminosa, mi memoria volverá al lugar donde aprendí a caminar, donde pinté accidentalmente la pared y colgué mi primer póster. Eso está aquí, eso mismo se deja atrás cuando uno se va. Lo sé porque me ha pasado antes, en Cambridge, en la India.. Pero sabía que volvería y eso me mantenía....

 

A veces pienso en lo duro que tuvo que ser para mis padres independizarse. Mi madre tiene suerte porque todavía puede visitar su casa (la tiene mi abuela.) Mi padre sin embargo, tuvo que vender la suya. Cruzar la calle donde solías atajar para ir al colegio es nostálgico y yo no lo quiero para mí con quince años. 

 

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Mi amiga Claudia siempre dice que lo mejor de su casa no es el diseño, si no las mil historias que puede contarte.