Opuestas.
Esperando al autobús de hoy para irme a casa (tras un fantástico día de playa invernal con mis más alocadas amigas), me topo con una señora que me dice que en esta vida, lo único fiable es Dios y que debemos agradecerle nuestros salarios, comodidades y bienestar hasta el final de los días.
No señora, su mente es de lo más irracional y su pensamiento: primitivo. Yo sólo les debo a mis padres, a su esfuerzo y puede que también a mí. Un poquito.
Yo no creo en Dios pero respeto sus creencias por muy poco afines que me sean.
No puedo culpar a los mayores como ella por no cuestionar aquello que les fue inculcado. No conocen otra cosa y pensar en la sola posibilidad de salir de esa zona de confort, les provoca un miedo tembloroso.
Me encanta argumentar, que me hagan dudar, replantear, que me pidan explicaciones.. Pero nunca que se me dirijan con un; deberías.
Porque el bien y el mal es relativo y Dios nunca fue mi Salvador.
Las creencias (como la afinidad y el amor), no deberían ser forzadas ni tampoco suprimidas.
Pero el incómodo trayecto me sirvió para darme cuenta que el mundo sería un lugar de lo más aburrido sin esta bonita, aunque en ocasiones difícil, diversidad.