Otra clase de victoria.
“Oye Irene, ¿te apuntas con nosotros al club del debate? Consiste en discutir varios temas que influyen en Europa y su funcionamiento ante una sala con jueces...” - Mis amigos el mes pasado.
Uf, pienso yo. Esto va a ser algo político, vaya rollo.
Al final acabé cediendo; “Bueno venga, ¿por qué no? (Seguramente no sepa no defenderme porque estas cosas ni me interesan.)
La primera reunión fue un sábado temprano, tempranísimo. Nos organizaron en grupos mixtos con un montón de desconocidos. Para conocernos, tuvimos que contarnos anécdotas de cuando éramos pequeños, jugamos juegos, bailamos, y todo esto, antes de comenzar a trabajar.
El resto fue café, fresas, papeles, ideas, discursos, chistes y risas…
La experiencia estuvo fantástica, diferente. Conocí a gente muy interesante con las que aprendí a posar y sonreír (porque había fotógrafos en cada habitación).
Ahora sólo quedaba esperar a los resultados finales, que recibí anoche y… mi colegio no ganó.
Normalmente, el “perder” me molestaría pero esta vez no lo hará; voy a luchar contra mi lado competitivo porque un viaje a Córdoba no puede ser más valioso que las demás ganancias personales. Como recordarme temblar en la sala congelada junto a mi equipo, codo con codo, animándonos y lanzando argumentos a nuestros contrincantes desde el micrófono. Tomábamos nota, frenéticos e incluso estrenamos el terrorífico podio.
Sí, definitivamente prefiero ser perdedora.