Peligros irreversibles.
No me acuerdo de todos los temas de los que escribo pero sé que no tengo nada positivo sobre la adolescencia; la etapa de la vida que más me confunde. Bueno, reconozco que entonces (cuando comencé el blog) no tenía nada bonito que contar. Antes de encontrarme.. Atrapada en ella, pensaba que ser adolescente era la excusa perfecta para rebelarse y cuestionar todo lo que me contaban. Mi insolencia provocaba continuos enfados en casa, pero no me sentía culpable de ellos. No; yo estaba como en una montaña rusa. Sentía la electrizante adrenalina mezclándose con mi sangre. Mi estómago se cargaba de excitantes hormigueos mientras alzaba la voz, replicaba, incumplía normas. Después de un tiempo me di cuenta de que esta actitud era peligrosa, pues al rato inundaba el mareo de cuando bajas las escaleras del avión. Era como despertar de un trance al que le seguía otro todavía más intenso. Hay millares de peligros que merodean a la vuelta de la esquina. El robo de una cartera, el asalto a un inocente, el ataque de un virus mortífero, etc. Pero la rebeldía, (también pertenece a la lista que acabo de hacer) es distinta porque podríamos emplearla para hacer bien. Pero volvamos a lo que os contaba antes; yo no tenía miedo de enfrentarme, no respondía a amenazas ni consejos. He aprendido que la adolescencia que envuelve a mi joven ser, es inofensiva! Sólo quiere hacerme madurar. Igual que hace mi abuela cuando enrolla un manojo de plátanos en papel de periódico. Los plátanos están amargos y verdes pero cuando están bajo papel reciclado y tinta, caramelicen suave, lentamente..
Siendo estúpidamente temeraria, no beneficiaba a nadie. Parecía que ese caramelo (que tenía que endulzarme,) no hacía más que endurecerse en inquebrantables cristales.
Qué harías con alguien así? Yo le daba un buen palo en la cabeza o le hacía leer este artículo.