Todo tiene un límite, todo llega a su fin.
Hay momento en los que disfrutas tanto, que de repente te abruma una ola de tristeza cuando ese momento está a punto de acabar. Nada dura para siempre, eso debemos entenderlo. A mí personalmente me cuesta muchísimo. Como el otro día, en la noche de Halloween. Ahora nos habremos olvidado de Halloween, archivamos el evento en lo más profundo de nuestra memoria. Y lo sustituimos por las fuertes ansias de los mantecados y la Navidad. Yo sigo pensando en mi disfraz. Como ya dije el año pasado, esta es mi fiesta preferida. Me parece divertídisimo maquillarme, jugar con lo que se tercie, admirar los increíbles vídeo tutoriales de otras personas... Pero lo mejor de todo es que puedo ser quien yo quiera. Sin condiciones ni limitaciones. Y después sigue la sensación de satisfacción cuando das un paso atrás y contemplas tu nueva cara. Tu nuevo ser. Algo que tú solita acabas de crear. Pues ya estás lista! Sales con la esperanza de darle un susto a alguien. O de acabar con al menos un caramelo en tu bolsillo. Lo pasas tan, tan bien que luego... Incluso te acuestas con el maquillaje. Para aferrarte al gran día. Para que no acabe nunca. Pero sabes que no puede ser porque mancharás la almohada y ni siquiera el fairy lo podrá quitar. Ahí es cuando te viene el pequeño bajón. Volveré a tener un día tan grandioso como éste? Quédate con el pensamiento de que sí. Que podrás seguir disfrutando sin maquillaje o disfraz. Es ahora cuando sacamos adelante nuestra fortaleza. Sólo queda esperar al año que viene..