Vuelo a Mallorca.
Hace unos días que regresé de una fantástica semana en Porto Cristo (sureste de Mallorca). El viaje fue inmejorable; el vuelo corto, unas calas impecables, un agitado paseo en barco, temperaturas suaves, la práctica de algún deporte de riesgo… Pero he de reconocer que a pesar de las anteriores maravillas que tenía aseguradas, me preocupaba la compañía: viajaba con mis tíos y prima paterna (con la que únicamente comparto el apellido).
Entre nosotros ha habido varios roces; mi tío me da dolor de cabeza e imagino cómo me regaña en su cabeza cada vez que le pido tímidamente, que baje el volumen (que no me oigo pensar).
Mi prima me solía contar anécdotas de las que alardeaba y que yo sin embargo reprochaba porque me parecían insignificantes o inadecuadas.
Y finalmente, mi tía. De pequeña me aterrorizaba, especialmente cuando sacaba el peine de púas para dar caza a nuestros enredos repletos de cloro. Qué dolor!
Reconozco que soy culpable de no hacer nada por amainar tensiones. Pero bien es cierto que nunca he sido de tomar iniciativas.
El viaje fue en su mayoría, sorprendentemente tranquilo. Aproveché la playa al máximo, dimos paseos y tomamos helados. Lo que haría una familia tolerante y cariñosa.
Mi cariño por ellos no ha aumentado pero los días compartidos me han servido para aprender a entenderlos y convivir con sus tonos elevados y rarezas.