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Un Viernes nostálgico.

Hacía mucho tiempo que no echaba de menos a alguien con tanta intensidad como la de hoy. 

Hablo del grupo de amigos en los que me inspiré para escribir el artículo de reproche, contra la ausencia de un manual para socializar. 

La primera vez que los conocí, pensé que nunca sería posible encajar con personas así: idílicas, interesantes, fuera de mi alcance. 

Sin embargo, conseguí hacerlo sin apenas esfuerzos y ahora, que llevo casi un mes sin verlos, siento que me ataca la nostalgia por sus ausencias.

 

Probé con mis habituales remedios mágicos para distraerme en ocasiones como ésta pero...

Ni siquiera las canciones en el piano conseguían llenarme. Al bailar, nos recordaba pisándonos los pies cuando jugábamos al Just Dance en el cumpleaños.

No sé si ellos estarán pensando en mí. Ojalá que sí. 

Qué pensamientos más tristes para tratarse de una tarde de viernes.

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Un invierno musical.

Tendría que haber esperado a que pasara el frío que se enrolla en mis dedos, celoso, asfixiando la sangre que lucha por palpitar, para retomar el piano. Me duelen las manos, entumecidas por la humedad entre estas cuatro paredes. A veces consigo notar cómo se reactiva la circulación. Suele ser cuando presiono las teclas más desgastada porque tengo que inclinarme sobre ellas y poner especial esfuerzo para hacerlas sonar. 

 

Desearía no tener un piano tan viejo y difícil.

Entonces, recuerdo como mi antigua profesora tocaba donde fuera, sin importarle su alrededor ni quienes estuvieran escuchando. Ella era su primera prioridad y lo demás quedaba en segundo lugar.

 

Me gusta el invierno pero me cuesta lágrimas y sufrimiento practicar. 

Tengo que hacer pausas frecuentes y sentarme en la hierba seca junto a mis perros; dejar que me calienten los cálidos rayos del sol. Escapar temporalmente a una primavera ficticia.

 

Aunque no duro mucho tiempo fuera porque nos echamos de menos, mi piano y yo. Somos un equipo original de melodías desafinadas en un despacho pequeño y desordenado.

Qué caótico. 

 

 

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Otra clase de victoria.

“Oye Irene, ¿te apuntas con nosotros al club del debate? Consiste en discutir varios temas que influyen en Europa y su funcionamiento ante una sala con jueces...” - Mis amigos el mes pasado.

Uf, pienso yo. Esto va a ser algo político, vaya rollo. 

Al final acabé cediendo; “Bueno venga, ¿por qué no? (Seguramente no sepa no defenderme porque estas cosas ni me interesan.)

La primera reunión fue un sábado temprano, tempranísimo. Nos organizaron en grupos mixtos con un montón de desconocidos. Para conocernos, tuvimos que contarnos anécdotas de cuando éramos pequeños, jugamos juegos, bailamos, y todo esto, antes de comenzar a trabajar. 

El resto fue café, fresas, papeles, ideas, discursos, chistes y risas…

La experiencia estuvo fantástica, diferente. Conocí a gente muy interesante con las que aprendí a posar y sonreír (porque había fotógrafos en cada habitación). 

Ahora sólo quedaba esperar a los resultados finales, que recibí anoche y… mi colegio no ganó.

Normalmente, el “perder” me molestaría pero esta vez no lo hará; voy a luchar contra mi lado competitivo porque un viaje a Córdoba no puede ser más valioso que las demás ganancias personales. Como recordarme temblar en la sala congelada junto a mi equipo, codo con codo, animándonos y lanzando argumentos a nuestros contrincantes desde el micrófono. Tomábamos nota, frenéticos e incluso estrenamos el terrorífico podio.

Sí, definitivamente prefiero ser perdedora.

 

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Rojo como caperucita y su sangre.

Es increíble como algo superficial como teñirse el pelo, influye tanto en la manera de sentirse acerca de uno mismo.

 

Fue un sábado cuando me puse las mechas rosas y rojas. Me hicieron sentir fiera, diferente y me aportaron una seguridad que no creía posible. El tinte decía durar un mes. Yo lo lucí tres días. Desaparecieron durante la tarde del último, en natación: el cloro devoró todo color.

 

Lloré por esto que había conocido y por su efímero estado. Qué iba a hacer ahora?

 

Mi madre me prometió que me llevaría a renovarlas pero esta vez sería con algo permanente y que resistiera al cloro.

 

“Cuando acabes los exámenes” dijo.

 

La preparación, los apuntes, el repaso... casi llegan al mes. Luego vinieron la Navidad, las matemáticas y las uvas.

 

No he dejado de pensar en mi tinte, en cómo me quedaba pero ya ha pasado mucho tiempo y me vuelvo a acostumbrar a mi rubio entre castaño.

 

Ayer visité la peluquería. Vi el papel de aluminio, las brochas y... no sucumbí a la tentación.

Sólo hubo nostalgia. De la buena.

 

Es una sensación aún más maravillosa.

 

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La psicología del agua.

Muchos sabéis que hace un año retome el ejercicio y mi gran elección fue la natación  (por la esperanza de una mejora en la espalda, la conquista de algunas inseguridades y el alivio tener la mente en blanco).

 

Mi profesora de siempre está ahora de baja y la echo de menos porque conocía mis límites, mi carácter, sonrisa y preferencias por los diferentes estilos en el agua. Me hacía ella misma rutinas especialmente adaptadas a mí.

Eso y más la hacen una gran mujer, madre además, fuerte y segura aunque a menudo cansada y espero que se recupere prontísimo.

 

Ese mismo martes, vino a sustituirla una becaria joven, morena y con el pelo densamente rizado. Hay veces en las que me recuerda un poco a una de mis primas, excepto que, en el dedo corazón de su mano izquierda, tiene un tatuaje. Es el tridente de la psicología y le pregunté por su historia que me contó al acabar la clase;

Su nombre es Sandra y estudió Magisterio porque sentía admiración por dos de sus profesores y quisiera ser como ellos. Durante los primeros dos años de carrera, se dio cuenta que su pasión se encontraba en la psicología, cuyas asignaturas le eran familiares porque las compartía con la anterior carrera.

No le gusta dejar las cosas a medias, así que decidió graduarse con sus compañeros de Magisterio antes de empezar psicología, que también sacó sin dificultades.

 

Tiene dos carreras a sus veinticinco años.

"Entonces, qué haces aquí? Vas a destripar nuestros secretos y desatar el nudo de emociones adolescentes?" Le pregunto.

Ella se ríe y contesta: "No Irene, a menos que tú me des permiso para hacerlo. Por desgracia aún no puedo ejercer de psicóloga en una consulta propia porque nuestro país no me ofrece muchas posibilidades pero encontraré algo fuera, ya verás que si. Hice amigos durante un erasmus en Bélgica que podrán ayudarme. "

 

Y en efecto, eso fue a lo que se dedicó. Tres semanas más tarde, nos dejó, rumbo a Leuven.

Me alegra tanto oír hablar a personas como Sandra: que no se entristecen ante la falta de trabajo sino que se lanzan independientes hacia delante.

 

Con ella aprendí más que natación y eso me llena.

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Opuestas.

Esperando al autobús de hoy para irme a casa  (tras un fantástico día de playa invernal con mis más alocadas amigas), me topo con una señora que me dice que en esta vida, lo único fiable es Dios y que debemos agradecerle nuestros salarios, comodidades y bienestar hasta el final de los días.

 

No señora, su mente es de lo más irracional y su pensamiento: primitivo. Yo sólo les debo a mis padres, a su esfuerzo y puede que también a mí. Un poquito.

Yo no creo en Dios pero respeto sus creencias por muy poco afines que me sean.

No puedo culpar a los mayores como ella por no cuestionar aquello que les fue inculcado. No conocen otra cosa y pensar en la sola posibilidad de salir de esa zona de confort, les provoca un miedo tembloroso.

Me encanta argumentar, que me hagan dudar, replantear, que me pidan explicaciones.. Pero nunca que se me dirijan con un; deberías.

Porque el bien y el mal es relativo y Dios nunca fue mi Salvador.

Las creencias (como la afinidad y el amor), no deberían ser forzadas ni tampoco suprimidas.

Pero el incómodo trayecto me sirvió para darme cuenta que el mundo sería un lugar de lo más aburrido sin esta bonita, aunque en ocasiones difícil, diversidad.

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Año nuevo, vida nueva?

Ayer fue 2017. Hoy ya es 2018 y podría volver a ser 2018 si encontramos la forma de controlar el tiempo pero ahora lo viviré como si fuera irrepetible.

 

Por lo tanto, el año es nuevo. Mi vida, sin embargo, no lo es:

Estoy en desacuerdo con aquellas personas que suben una foto a las redes sociales mientras esperan a las campanadas para pedir un deseo que les cambie el futuro. Algunas buscan absolución de sus pecados y otras pretenden olvidar lo vivido.

Yo en cambio, no cojo el móvil para lamentarme del penoso año que he tenido ni dejo correr los días, ni los malgasto en esperar. Si algo me interesa, lo consultaré conmigo misma y si es viable.. Lo persigo hasta triunfar. El momento no es con los programas de nochevieja de fondo, ni con doce uvas en la boca.

No tengo interés ninguno en olvidar los demás años pasados que tan fieles constituyen una historia que poder contar. Eliminarlos sería como arrancar capítulos de un libro; quizás tenga suerte y no dañe nada relevante pero podría perderme entre espacios blancos.

 

Cuando nacemos, se abren colecciones de archivos y carpetas que rellenamos mientras crecemos.

Las mejores colecciones son las que corren peligro de explotar por estar tan llenas. Para ello hay que conservar los borrones y experiencias sin importar el grado de tristeza.

Quiero vivir hasta que me harte, con presentes, futuros, pasados y vacíos.

Lo siento ‘carpe diem’.

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Condenados estribillos.

Llega la navidad con sabor a mazapán, de turrón, de mieles y de paaaan…

 

Es el estribillo de un villancico que nos hacían cantar repetidamente en mi anterior colegio. Me parecía horrible: la letra, el baile que lo acompañaba y el brusco cambio de poner a una solista para acallar las demás desafinadas voces. 

Vamos a celebrar, la familia en el hogaaar...

Se llamaba Isabel y aunque era mi amiga, no me alegré por ella. El villancico no caía muy bien pero me parecía injusto delegarle el papel a una chica que llevaba toda su vida cantando. Había otros con voces prodigiosas que pasaron desapercibidos. Pensé en protestar pero me ofuscaba la envidia y lo dejé pasar.

Nuestra Nochebuena una vez máaaaaas...

Creo que revivo este recuerdo en particular porque a día de hoy, yo estaría dispuesta a cantar cualquier villancico.. : anoche fue Navidad y no se oyó ninguno porque mi familia no estaba de humor. Vine preparada y esperanzada, el gorro de lentejuelas descansaba en el profundo interior de mi mochila, esperando un protagonismo que no llegó.

Con nueces, peladillas y un poquito de champáaaaan..

Quiero sentarme durante toda una tarde a ensayar mi voz y dar palmadas porque sé que si no lo hago, se me podría olvidar todo. Sería una tragedia, si me sucede con la llegada del año en que volvamos a ser tradicionales. 

Pero la improbabilidad de que eso ocurra es mayor que los ánimos de 2017. Rezaré por el milagro al sonar las últimas campanadas.

Cantando una canción que diga con mucha humildaaad…

Que todos nuestros niños pidan a la humanidad,

Que reiiiiine

La paaaaaaz.

 

Y que tus fiestas sean muy felices.

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Cariño milagroso.

Ayer sábado salí con un grupo de amigos a patinar sobre hielo. Tras muchas risas y caídas torpes, se hizo la noche. Eran las nueve y media cuando decidimos irnos a casa; la oscuridad impedía incluso vernos los guantes.

 

Cogí el metro y esperé la llegada de mi parada. Piqué por última vez y a mi salida, avisté un perro altísimo (como mi cintura) de pelaje largo y sedoso, con matices avellana. Parecía que el otoño se hubiera reencarnado en forma animal. 

Teka” rezaba el collar.

Me acerqué a pedirle permiso a la dueña, una chica de veinte años con gafas grandes y una sonrisa preciosa, para acariciar a Teka que instantáneamente se me subió encima y me agasajó con lengüetazos.

“Es súper cariñosa como has comprobado.” Ríe ella, “Me llamo Alex (de Alexandra).”

“Encantada, yo soy Irene. Qué llamativa es Teka, de dónde la sacaste?”

“De la perrera.”

“Le cambiarías la vida.” Digo yo.

Alex se encoge de hombros: “No tanto como ella a mí.. Sufro de trastorno de personalidad y me la recomendaron para sanar. Quieres oír la historia? Tú me inspiras confianza.”

Por supuesto que dije que sí, me moría de ganas por saber y así comenzó su bonita historia de afecto, desesperación y finalmente superación, que fui muy afortunada de escuchar y que acabó con tres llamadas sin atender de mi madre. Bueno, las ganancias fueron mayores.

 

Al regresar a casa, las palabras de Alex resonaron en mi cabeza; “mi perrita es la mejor terapia que he podido recibir, sin ella no estaría aquí.

Cuánta razón.. Pienso yo, mientras me tumbo junto a mis propios perros, mayores y dependientes, que también ayudaron con lo mío.

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Qué difícil sería la vida sin ellos, son un agradecimiento diario.

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Simpáticas muchedumbres.

Hace dos días me cambié el dilatador de la oreja a un tamaño mayor. Todavía siento la deliciosa percepción del agujero agrandándose, que inunda el lado derecho de mi cara con un calor latente, constante.

Sonrío ante la sensación y el recuerdo de cuando me compré el primero…

Fue la semana pasada, en el Mangafest (mayor evento friki que se organize en Fibes, el palacio de Congreso, todos los años).

Este es la segunda vez que voy y no sé qué ha cambiado que me gusta tanto!

 

Qué me pasaría antes? Es gracias a la nueva compañía? A Las ganas de volver a ser adolescente? O se debe a la superación de varios problemas?

 

Me sentí auténtica, liberada por fin, capaz de soltarme el pelo y enloquecer un poco, de oscurecer el maquillaje y poder subir la falda. De atreverme con las medias y combinarlas con los zapatos porque el ambiente me lo permitía.

 

Puedo dejar correr un estilo, el mío, que debo contener en el colegio. No más, hoy no. 

Me mezclo entre la gente porque soy como ellos (y me enorgullece decirlo): diferentes, llenos de pendientes, tatuajes, tintes llamativos de pelo, gargantillas, disfraces, chapas que simbolizan lo que otros no entienden... 

Era temprano y fue mientras que pasaba frío, daba abrazos y bailaba, cuando encontré el yo sencillo y despreocupado que mejor me sienta.

Espero mejorar más para la próxima.

 

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La guerra.

¿Pero qué está siendo de la humanidad? Por favor, que mi corazón no puede más. Yo solo quería vivir en paz y tranquilidad. Todas las esperanzas que teníamos porque el año nuevo trajese una realidad mejor… y miradnos, qué tremenda decepción. Ahora mismo solo hay desesperación e...
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Somewhere only we know.

Recuerdo la primera vez que me enseñaste tu habitación como si fuese ayer.  Me llamó la atención por varias razones aunque la mayoría no las recuerdo porque estaban nubladas por los nervios que yo sentía de estar en ese espacio tan tuyo.  Aunque sí hay un par que permanecen en mi...
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Estoy triste.

Estoy triste pero también frustrada, cansada y terriblemente enfadada. La causa de mi inspiración esta noche no es precisamente positiva pero es sumamente necesario hablar de ella...  En las noticias últimamente, aparece a menudo el tema del medio ambiente, el de las catástrofes que nos...
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Un sueño que tuve anoche:

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¿Dónde estás?

¿Cómo te va la vida? Que últimamente apenas sé de ti.  Pareces feliz, más tranquila pero ojalá formase parte de tu día a día para poder comprobarlo yo misma.  Mi gran problema contigo es que te echo de menos y me da miedo decírtelo sinceramente, sin sarcasmo o burlas que lo camuflen, como...
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Persistente.

Nací con un hambre insaciable para aprender. Desde siempre, he pensado que estudiar es un placer y suelo dedicar tardes enteras a leer sobre cualquier cosa, todo. Soy de naturaleza curiosa, hago muchas preguntas y acumulo información como hacen las ardillas con sus frutos secos, antes de que llegue...
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Avances.

El sábado dos de mayo, la vida de los andaluces dio un giro significativo, de 360 grados.  Nos anunciaron que podríamos salir a pasear una hora, a hacer ejercicio, en compañía de un miembro de la familia (si no queríamos estar solos) y pasear a los perros varias veces al día. Yo sacaba al mío...
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Una celebración diferente.

Hoy no tenía muchas ganas de levantarme porque ya no es mi cumpleaños.  Empecé a tomar conciencia de ello cuando disminuyeron los mensajes de “¡felicidades!” aunque seguían entrando, incluso pasadas la medianoche. Mi día especial estaba acabando y mañana no sería igual. Tendría que volver a la...
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Adiós.

Hace seis años que me enamoré por primera vez, de un chico que me hizo sufrir lo peor (a mí me lo parecía por aquel entonces), durante y al acabar la fase del desamor. Incluso cuando nos propusimos ser amigos. Aunque reconozco que yo también fui culpable de la forma tan retorcida que tomó nuestra...
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Yo no iba a hablar del Coronavirus por aquí, de tan harta que estoy de él pero hoy hago una excepción, por ser el primer día de la cuarentena oficial.  Todos llevamos esta última semana expectantes, la mayoría deseando que cancelaran las clases, los exámenes, las responsabilidades… Creando...
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