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Segundas oportunidades.

Normalmente, no estaría escribiendo este artículo si me hubiera quedado alguna asignatura (de las que no me interesan). Pero en vista de que no ha sido así, comienzo a verle un lado bonito al verano. O quizás sea porque aún no ha llegado el auténtico calor sevillano; ese que se hace palpable en las calles, provoca sudores, dolores de cabeza, insomnios…. Y derrite el helado en cuanto lo sacas del congelador.

 

El año pasado me quejé (muy duramente), de las vacaciones. Será que las necesito porque, hoy pienso distinto.

Me doy cuenta de que ya no hay horarios que rijan mis tardes.

Ni hora límite para acostarme.

Puedo leer, dibujar y tocar el piano a mi antojo.

Cenar tranquilamente en el porche; sin prisas.

Repintarme las uñas de colores oscuros.

Quedar espontáneamente.

Escaparme a la playa en cualquier autobús.

Y más importante, relajarme.

 

El aire huele a cloro, barbacoas; a celebración.

 

Se escuchan risas, grillos, cigarras, mis canarios que cantan.

 

Es temporada de cosas ricas y refrescantes como la sandía, los melocotones y la limonada.

 

Las noches cobran vida con la gente que sale a pasear o hace cola para el cine.

 

Aunque el final del verano anuncie el comienzo del bachillerato…

Bueno, ya habrá tiempo de pensar en eso.

 

 
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Vive y lucha.

He celebrado el fin de curso yendo a la manifestación por el Orgullo gay.

 

Ha sido la primera vez en la que olvido mi agobio por las muchedumbres furiosas porque ésta, era colorida, derrochaba pasión y se mantenía unida. Los protestantes sonreíamos y disfrutábamos reivindicando, formando un grupo cercano a los oyentes.

 

Nos envolvíamos en banderas y agitábamos pancartas hechas a mano; con empeño y cariño.

Gritábamos sin necesidad de muchos megáfonos porque queremos proyectar el mensaje lejos.

La ilusión por vernos triunfar ejercía sobre mí, una seguridad reconfortante.

 

Además, la preciosa diversidad me inspiraba.

Quería fotografiar todo cuanto me rodeaba y me habría sentado en el suelo a dibujar, si tan sólo hubiese llevado mi cuaderno.

Al acabar, nos esperaba una fiesta para recompensar el caluroso recorrido (¡y desmelenarse!)

Mis amigos y yo bailamos y saltamos alrededor del escenario.

Me pintaron los muslos de arcoiris con acrílicas.

Repetimos los cánticos de antes.

 

Y a pesar de tanta diversión, conseguí sentirme realizada por la causa.

 

 
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Trabajadores y felices.

Mi abuela es la reina de las reuniones familiares; no hay mejor anfitriona que ella. Mi familia de cuatro siempre se presenta cuando las organiza, al igual que mis primas pequeñas y sus padres. Los invitados ocasionales son mis dos primos mayores: David y Francisco. Acostumbro a ni siquiera preguntar si vendrán de tan ocupados que suelen estar.

Que ambos estén presentes a la vez, es todavía más raro.

 

Pero sucedió, la semana pasada. Francisco, secretamente rockero bajo la apariencia nerd, me invitó a su próximo concierto (en una sala oscura repleta de gente alternativa y música vibrante), mientras se comía un trozo de empanada.

David llegó más tarde, charló un poco mientras se terminaba un café para volver a irse. En el umbral esperamos al ascensor junto a él,  preguntándole por su trabajo, las manchas de su camisa (que solía ser blanca) y sus estudios.

 

Él confirmó que estaba cansado pero nada que no pudiera combatirse con una dosis de cafeína.

Su sueldo no es muy generoso pero seguro que si continúa ahorrando, podrá costearse una pequeña escapada a la playa.

No puede llevar pendientes o peinados extravagantes pero él es capaz de moldearse a empleado ejemplar.

 

“Trabajo muchísimo, duermo menos pero… Merece la pena.”

 

No me cansaría de oír esas palabras, motivadoras aún siendo realistas. Me dan esperanza en los momentos más encumbrados de mis relaciones cotidianas.

 

Y sigo pensando que es justo lo que necesita esta familia.

Más visiones frescas e innovadoras que los pequeños podamos admirar.

 
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8 meses para soñar.

Mi curso destaca por un temible proyecto que nos mandan a hacer a todos los alumnos. Sin él, no es posible aprobar y pasar a bachillerato.

La temática es libre.

 

El mío consistió en dibujar los sueños de medio mes y luego representarlos en carteles de película, como los que cuelgan en los cines.

 

Y a pesar del estrés, las sacrificadas horas de sueño, la postura que empeora, la vista que se agota... Lo pasé bien (dejando a un lado los aburridos informes).

Pero mi trabajo no acababa ahí. El 23 de mayo tuvimos que presentar ante padres y compañeros.

Los alrededores del polideportivo estuvieron plagados de mesas y las paredes decoradas con pósters y colores.

Afuera, la humedad era palpable y el calor se metía en los cuellos de nuestra camisas. Sofocante.

Pensé: qué mala tarde voy a pasar, no va a merecer la pena el esfuerzo, la gente viene obligada y tampoco he creado nada especial.

 

No fue así y pronto me olvidé hasta del agobio que pasaba de tanto que me divertía mi público:

Los niños pequeños alucinaban y que ¡cómo podía dibujar así, qué bonito y precioso!

Los profesores me felicitaron por mi creatividad, haciéndome preguntas sobre mis descubrimientos y técnicas de esbozo.

Mi supervisora asentía orgullosa y se le escapaban sonrisas.

Un amigo dijo que mis sueños eran encantadoras paranoias.

Hablé con personas que antes ni se dignaban a mirarme.

 

Los adultos eran un cuadro; una curiosa mezcla entre confusión, admiración y pánico. Algunos me pedían que pasase las páginas rápido porque tenían fobias a las arañas, payasos y zombies. Otros compartían sus propios sueños conmigo, esperando que yo les encontrara un significado. O dos.

También pedían consejos para soñar mejor y recordar los más dulces.

 

Finalmente, estuvo mi madre. Radiante y motivadora. Quiso oír mis explicaciones por enésima vez y tomar más fotos.

 

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Gracias por haber compartido ese día conmigo, lo necesitaba. Te quiero mamá.

 
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Oda al ceño fruncido.

Aviso, si estás de buen humor no sigas leyendo porque hoy, estoy enfadada.

Me da la sensación de que ya no consigo hacer nada bien:

 

Me bullen mil ideas malas.

No me apetece ser cuidadosa con el desmaquillante que froto fuerte sobre mi cara, al llegar a casa.

Me pica la piel y me apetece arrancarla a trizas.

Normalmente, tocaría el piano pero sólo aporreo las teclas. Las partituras desafinadas han perdido su encanto.

No escucho mis canciones favoritas por miedo a odiarlas.

Pruebo a leer pero las palabras están borrosas. Desenfocadas.

Esbozo dibujos de personajes raros que agujereo con los pendientes que anhelo por tener y lo hago con agresividad.

 

Ojalá tuviera un resfriado para poder achacarle el dolor de garganta, causado por un corrosivo silencio que tengo que tragar casi a diario.

Simpatizo con los limones y su amargura.

 

Se me ha ido el hambre, el sueño.

 

Últimamente arrugo mucho la cara. Me pregunto si me hace aparentar más mayor. Me gustaría serlo: adulta, independiente… Libre.  

 

Estoy cansada de ser dulce y paciente, de mantener a Mr. Hyde a raya. ¡No me está sirviendo de nada! Viva la irracionalidad y las cuatro paredes de mi cuarto por su serenidad.

 

Hacía mucho que no me veía así de enfadada y presiento que durará hasta buena parte del día de mañana.

 

Estoy cohibida, frustrada, triste, furiosa. Todos sinónimos de la misma palabra. Demasiados, para que quepan dentro. Y se me olvidó añadir lo peor de mi día; la incomprensión y decepción.

 

Si te he contagiado mi mal humor, lo siento pero sobre algo tenía que descargar.

 

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Mareas portuguesas.

A las islas de Portugal se acceden en barquetas coloridas de alegres y mellados pescadores. 

 

Las gaviotas gritan, peleándose por las navajas. Parecen elaboradas maquetas de papel en sus torpes vuelos.

Las conchas crujen bajo mis blancas huellas.

La pálida arena esconde otra versión de sí misma; una más tostada, húmeda y morena, en la que construir mil castillos de arena.

Es entre vieiras, conchas y rocas con forma de tortuga, que me doy cuenta que pertenezco aquí; al frío otoñal que suspira sobre las corrientes saladas y verdes dunas.

El camino de vuelta es mágico. Las baldosas que lo recubren se vuelven lisas y suaves ante la luz del atardecer.

Los portugueses tienen un acento precioso, de ronca melodía y sus playas me inspiran.

Esta escapada ha sido un alivio para mí. El sol hace brillar mi piel con cierto rubor y me siento más tranquila desde que dejé mis preocupaciones / obligaciones, en Sevilla, a pesar de la cercana frontera que nos separa.

Ha pasado una semana y ya lo echo de menos. 

Gracias papá y mamá, por traerme aquí a cumplir años y a mis fantásticos amigos por sus preciosas felicitaciones, aunque sabíais que tardaría horas en responder.

Gracias a mi abuela, por el audio de su dulce voz. Me entristece que no quieras recuperar tu cante. Gracias a mi hermanito, por intentar cumplir mis mayores ilusiones.

Parezco una escritora que acaba de publicar toda una saga de libros, de tanto que tengo que agradecer.

 
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El gato y la noche.

Anoche, mis habilidades de observadora no funcionaban como de costumbre porque había tenido un día larguísimo de feria y hacía horas que tenía la vista cansada.

Pero pude presenciar (en el tramo final del camino a casa), un evento que no deja de fascinarme: como un gato saltaba un muro cuatro veces su tamaño.

 

No vaciló. No creo que se parara siquiera a pensar en la posibilidad de estrellarse y hacerse daño. Alzó la cabeza, pareció asentir (confirmando algún pensamiento privado), estiró las patas y… No lo volví a ver. En un abrir y cerrar de ojos, ya había desaparecido. 

 

A menudo desearía ser un gato de admirable arrogancia, agilidad, envidiable confianza en mí misma, elegancia y curiosa inteligencia.

Quisiera que mi pelaje fuese negro, para mezclarme con las sombras y huir de la cansina superstición. Pasar de la mala suerte.

 

Creo que estoy desvariando, mejor me voy a dormir. 

 

 

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La importancia del Arte.

En Ciencias naturales, no importan los caminos que uno tome siempre y cuando la respuesta sea la buscada. 

En matemáticas, los procesos importan tanto como la respuesta. Además, tienen que ser correctos y no pueden utilizarse cualquiera.

La historia (sociales), tiene mil caminos que reescriben los ríos con sus aguas pacíficas y las imperiosas raíces de los bosques.

En lengua, "el camino se hace al andar".

Y finalmente, el arte (plástica, música, diseño)... Un refugio del camino donde descansar, recomponerse o simplemente, prosperar. Donde las respuestas no existen; sólo hay libres interpretaciones. Las rarezas son bienvenidas y reinan el caos y la imperfección.

He estado dando tumbos entre muchas asignaturas sobre las que confiar mi futuro. 

Pero me he decidido por fin y oh, ¡qué pesar el de mi profesora de matemáticas, que sólo cree en el arte como saco de boxeo sobre el que desahogarse!

Yo vivo enamorada de todo aquello que ella desprecia, de mis pinceles, mis hojas y la falta de inspiración y reconozco que a menudo, renuncio a mi tiempo de deberes con tal de terminar el dibujo que empecé ayer.

Disfruto del proceso y estoy cansada de quienes me desaniman con comentarios como “esa carrera no es importante" o  "las salidas son pocas, ¿cuál es tu plan B?" 

¡Ninguno! Porque lo que hago me llena, me hace feliz.

Y es que, el arte es como las matemáticas; "que está en todo".

Ha llegado la hora de dejar de menospreciarlo, infravalolarlo. 

Hay grandes historias detrás de incluso, un grafiti callejero.

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Larga vida al móvil.

No me gusta ver, oír ni asistir a los pasos aquí en Sevilla. La gente y ruido, traspasan mis límites de tolerancia así que, durante Semana Santa, me he dedicado a otras actividades:

 

  • Celebré el cumple de una amiga.

  • Comí con otra que no veía desde hace dos eternidades.

  • Asistí a una maratón de películas y series.

  • Acepté la invitación a pasta con tomate.

  • Y la pantalla de mi móvil, se quedó congelada un total de siete horas.

 

El incidente hizo que me percatara de la corta vida de éste. Llevamos tres años juntos y por fin llego a la conclusión, de que mi teléfono móvil tiene un valor más allá de las llamadas, mensajes. Y nunca lo creí posible.

Contiene momentos con mis personas favoritas, fotos de mis animales, tonterías de las fiestas de pijamas, recuerdos del fuego crepitante reflejado en nuestras mejillas... Es como una versión organizada de mi cabeza (aunque no muy fiable), que cuenta la historia de mil protagonistas. 

También me sirve de consuelo cuando echo de menos las numerosas salidas; (ahora que vuelvo a la rutina) en vez de esperar la llegada de la feria, me pierdo un rato en su carrete...

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Abril.

Dentro de exactamente un mes, cumplo dieciséis años vividos en esta tierra. Dieciséis años en la misma casa, con la misma familia aunque distinta ropa, distintas mascotas y mil recuerdos que en ocasiones, me hacen sentir otra persona. Más mayor.

Anoche, me estuve preguntando si ese tiempo que pronto voy a hacer, era mucho o poco y creo que no acabo de zanjar el tema, puesto que es en sí, muy relativo:

Dieciséis años pueden suponer toda una vida para un perro o gato. La infancia puede durar dieciséis años (entonces llega la adolescencia). Las lavadoras (antes) duraban dieciséis años.

Sin embargo, hay personas cuyas edades son quíntuples a la mía y eso sí que es haber vivido. Entonces, ¿por qué no simpatizo con la niña que soy?

Hace un par de días, leí sobre un estudio que publicaron unos alumnos universitarios. Llevaron a cabo un experimento que consistía en pedirles a un grupo de personas que contaran dos minutos para ver cómo los percibían. En aquel grupo, había gente de todas las edades y quienes más acertaron, fueron los ancianos y no los jóvenes (que parecían tener una ávida e impaciente noción de esos minutos).

Las conclusiones que sacaron con el experimento, me han hecho reflexionar. Se me ocurren dos explicaciones para justificar la sensación que describía antes: 

  • Gozo de demasiada juventud.

  • He vivido experiencias que me han hecho envejecer.

Es curioso la cantidad de emociones ocultas que destapan los cumpleaños.

 
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La guerra.

¿Pero qué está siendo de la humanidad? Por favor, que mi corazón no puede más. Yo solo quería vivir en paz y tranquilidad. Todas las esperanzas que teníamos porque el año nuevo trajese una realidad mejor… y miradnos, qué tremenda decepción. Ahora mismo solo hay desesperación e...
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Somewhere only we know.

Recuerdo la primera vez que me enseñaste tu habitación como si fuese ayer.  Me llamó la atención por varias razones aunque la mayoría no las recuerdo porque estaban nubladas por los nervios que yo sentía de estar en ese espacio tan tuyo.  Aunque sí hay un par que permanecen en mi...
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Estoy triste.

Estoy triste pero también frustrada, cansada y terriblemente enfadada. La causa de mi inspiración esta noche no es precisamente positiva pero es sumamente necesario hablar de ella...  En las noticias últimamente, aparece a menudo el tema del medio ambiente, el de las catástrofes que nos...
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Un sueño que tuve anoche:

Tú y yo paseando por las calles de Sevilla, como de costumbre. Saludamos a la Catedral, a la Giralda, perseguimos el tranvía y sorteamos a la gente.  No había coronavirus, así que no llevábamos mascarillas incómodas que tapasen nuestra sonrisa.  Nos estábamos haciendo fotos pero salieron...
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¿Dónde estás?

¿Cómo te va la vida? Que últimamente apenas sé de ti.  Pareces feliz, más tranquila pero ojalá formase parte de tu día a día para poder comprobarlo yo misma.  Mi gran problema contigo es que te echo de menos y me da miedo decírtelo sinceramente, sin sarcasmo o burlas que lo camuflen, como...
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Persistente.

Nací con un hambre insaciable para aprender. Desde siempre, he pensado que estudiar es un placer y suelo dedicar tardes enteras a leer sobre cualquier cosa, todo. Soy de naturaleza curiosa, hago muchas preguntas y acumulo información como hacen las ardillas con sus frutos secos, antes de que llegue...
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Avances.

El sábado dos de mayo, la vida de los andaluces dio un giro significativo, de 360 grados.  Nos anunciaron que podríamos salir a pasear una hora, a hacer ejercicio, en compañía de un miembro de la familia (si no queríamos estar solos) y pasear a los perros varias veces al día. Yo sacaba al mío...
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Una celebración diferente.

Hoy no tenía muchas ganas de levantarme porque ya no es mi cumpleaños.  Empecé a tomar conciencia de ello cuando disminuyeron los mensajes de “¡felicidades!” aunque seguían entrando, incluso pasadas la medianoche. Mi día especial estaba acabando y mañana no sería igual. Tendría que volver a la...
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Adiós.

Hace seis años que me enamoré por primera vez, de un chico que me hizo sufrir lo peor (a mí me lo parecía por aquel entonces), durante y al acabar la fase del desamor. Incluso cuando nos propusimos ser amigos. Aunque reconozco que yo también fui culpable de la forma tan retorcida que tomó nuestra...
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Apocalipsis.

Yo no iba a hablar del Coronavirus por aquí, de tan harta que estoy de él pero hoy hago una excepción, por ser el primer día de la cuarentena oficial.  Todos llevamos esta última semana expectantes, la mayoría deseando que cancelaran las clases, los exámenes, las responsabilidades… Creando...
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